La COP del 2022 pasará a los anales como la mayor verguenza de la especie humana, si es que queda alguien para recordar y leer y entender la historia, que corre serio riesgo de convertirse en los vestigios de cómo una especie con todas las posibilidades de proyectarse hacia las estrellas y hacia el infinito pese a su finitud, terminó por autosabotearse en nombre de una creencia ciega en el crecimiento infinito y el deseo de acumular riquezas que nunca será capaz de consumir.
La verguenza ajena deviene al constatar que una serie de jóvenes no hicieron más que exhibirse por Instagram y Tiktok en la COP, autoglorificándose por hacer política internacional y sin embargo ser incapaces de criticar las tímidas y hasta regresivas conclusiones que la COP consiguió.
Así las cosas, la COP terminó siendo un paseo para jóvenes activistas de los partidos de gobierno, agentes de la derecha socialdemócrata internacional que busca con urgencia que los altermundistas enfoquen sus pocas energías en las ideas del New Green Deal, que propone seguir con el despilfarro por otros medios, omitiendo que las leyes de la termodinámica no se pueden cambiar por decreto, en lugar de rendirse a la evidencia y entender de una buena vez que no hay otro camino que aceptar el decrecimiento, y hacer todos los esfuerzos posibles porque el decrecimiento sea ordenado, dirigido y priorizado, en lugar de abrupto, desordenado y forzoso por el agotamiento de las materias primas que alimentaron a la civilización industrial.
Enerva observar cómo jovenes universitaros que hasta hace unos años posaban de activistas por la educación gratuita no hacían más que subir selfies en cafeterías elegantes, mostrando en la etiqueta de ubicación geográfica que se hallan en la ciudad sede de la Conferencia. Quieren jactarse que están poco menos salvando el planeta por el solo hecho de asistir a aquella conferencia donde todos ponen cara de afectación pero son completamente incapaces de asumir posiciones que realmente tengan impacto en la actual crisis, en lugar de proponer ideas que solo den apariencia de estar haciendo algo, pero que en concreto son medidas de probada inefectividad, como la transición a energías renovables de toda la matriz energética, sin contemplar una sustantiva baja en la intensidad del compromiso eléctrico.
Al final de cuentas, esto no fue más que turismo para aquellos activistas. Las conclusiones de la Conferencia de Partes fueron menos que mezquinas. Es decir, se va a intensificar el mercado de bonos de carbono: una forma de compensar por los desastres provocados que no es equivalente por todo lo que se va a perder. Los ricos pagarán dinero que no podremos gastar y que de todos modos no van a poder comprarnos nada de provecho en los países que tendrán que soportar la basura, los líquidos percolados y la contaminación por la minería intensiva, ahora enfocados en la industria de la electrificación de vehículos autónomos. El fondo específico de pérdidas y daños es un bofetón. Es peor que los bonos de carbón. No hay monto que pueda compensar la pérdida de oportunidad que viene amarrada con este simulacro de transición verde que nos están proponiendo, que no es nada más que la desesperada maniobra por salvar el modo de vida de los países ricos.
¿Y de verdad te sientes orgullo de haber participado en la COP27? ¿Crees que es algo para mostrarlo como si fuera meritorio? Si yo hubiese participado en la COP27, y si me viera conminado a referirme en público sobre ello, sería para expresar la profunda decepción de sus conclusiones. No para mostrar los bellos lugares turísticos de El Cairo a los que la organización invitó a hacer un tour. No para jactarte de que eres de los jovenes vanguardistas que están haciendo algo por salvar el planeta. Debería darte verguenza haber sido parte de esa estafa global llamada COP, un chiste, un simulacro montado -y pagado- por las mismas empresas que nos llevaron a este precipicio. — L. PUF. ●