Britny es un ejemplo de esfuerzo. Desde pequeña le fue bien en el liceo Labarca, al que llegaba puntualmente pese a tener que tomarse 5 buses para llegar. Gracias a que sus padres hicieron un esfuerzo para cambiarla a un colegio privado, Britny solo debía tomar 2 buses, así como sus padres tuvieron que tomar dos trabajos, lo que cuadraba perfecto.
Hija del rigor, siempre estuvo enfocada en sus estudios, lo que le servía no solo para ganarse los primeros lugares sino para no pensar en los comentarios despectivos de sus compañeras. Sus pares ayudaron sin querer a que se sumiera en los libros al no invitarla a ningún evento social, a los que de todas maneras no podía ir porque no le quedaba tiempo libre con sus actividades en la iglesia y su trabajo de fin de semana.
Seguía siendo una buena alumna, sin embargo no pudo estudiar para las pruebas de admisión universitaria. Pero ella no se iba a deprimir, como viene de una familia de gran fe, pusieron todas las esperanzas en Dios, y todo el esfuerzo adicional de su familia, que crecía exponencialmente gracias a que su hermana volvió a la casa de sus padres junto a sus 3 hijos.
Entró a un instituto profesional: el plan era estudiar 4 años y tomar la alternativa de estudiar luego otros 3 para sacar un título universitario, porque como dice su madre “sin un título no eres nadie”. Afortunadamente, el instituto quedaba a solo un bus y 30 minutos de caminata, por lo que tenía un poco más de tiempo para trabajar.
Después de graduarse con honores siguió trabajando en la empresa donde hizo su práctica: era una de las dos empresas para las que trabajaba su padre, por lo que se sentía como en familia. Nuevamente destacó por su profesionalismo de forma tal que a los ocho meses ya era asistente de gerencia, algo que también le era familiar ya que la Gerente era una ex compañera de colegio y que tal como pasaba en el colegio, debía hacer el trabajo de los demás para tratar de encajar.
Pero a ella no le preocupaba, el trabajo dignifica, y las burlas de su jefa no le importaban ahora que estaba pololeando con un compañero de trabajo.
Pasaron los años y la familia volvió a crecer: ahora era Britny la que volvía a casa de sus padres con su hijo mayor en sus brazos y el siguiente en su vientre, lo que era una bendición ya que por fin iba a nacer un hombrecito en la familia.
La vida era buena: tenía trabajo estable, tenía a sus milagros y quizás el próximo año la Gerente le suba el sueldo por primera vez.
Lamentablemente, por misterio divino, su jefa se vio obligada a despedirla porque necesitaban su puesto y su aumento para que trabajara en su lugar el nieto del dueño, o mejor dicho el sobrino de su jefa, después de un año sabático de descubrimiento espiritual en india.
Britny es comprensiva y no guarda rencor alguno, sabe muy bien que la gente resentida nunca llega a tener el éxito de ella. Adicionalmente no se iba a echar a morir si ahora puede ayudar a su hermana en su nuevo emprendimiento de ventas por internet.
Quizás en un par de años pueda independizarse, volver a completar sus estudios, tener otro trabajo mejor pagado para que en 30 años pueda jubilarse con su deuda universitaria recién pagada.
Todo es posible en este país de las oportunidades.
El país de las oportunidades
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