Cuando se presentó, Evópoli se presentaba como una suerte de derecha liberal, moderna y hasta «light», por contraste con sus partidos matriz, Renovación Nacional y la UDI. Al estar encuadrados en la tradición liberal, se suponía que este grupo podría resultar dialogante y hasta abierto a admitir algunos aspectos de las agendas progresistas: mayor actividad estatal en aquellos sectores donde la cobertura del Estado es deficiente o nula -sanidad pública, bienes cuya producción solo es rentable sino es en masa-, libertad de conciencia y autonomía del cuerpo. Tanto así que Felipe Kast era presentado jocosamente entre los círculos criptoconcertacionistas como «El Kast bueno». Otros tantos caracterizaban al partido como «Huecópoli» o «UDI gay» por su aparente tolerancia y apertura a reconocerle dignidad a las personas que gustan del sexo sin propósitos reproductivos con personas de su mismo sexo.
Pocos hitos han dejado claro quién es quién y con quién estuvieron siempre las lealtades y los corazones. Todos volvimos a la posición de la cuna. Los antes progres se han ido paulatinamente embebiendo de la más reaccionaria ideología; los que estaban a préstamo en círculos liberales udepé se han vuelto a radicalizar y abrazar el marxismo. En definitiva, hemos todos vuelto a jurar lealtad a nuestra posición de inicio.
Esto involucró que Evópoli se mostrara como lo que en realidad es: un rebranding de la UDI.
No es más que la vieja y más reaccionaria derecha de siempre, solo que en un envoltorio «amable», «chic» y más digerible por jóvenes profesionales. Pero ante el derrumbe de la derecha tras el plebiscito, donde los oportunistas no tuvieron otra que abrazar el cambio constitucional para no parecer minoría, no les ha quedado más que comenzar a mover y atraer el voto de los viejos derechistas.
Desde hace unos días que aparece en facebook una curiosa publicidad. «Instituto profesional Chantilly», con Koke Santa Ana, la estrella de virales forzosos, de esos que solo llegaban a ser virales porque los ponían todos los portales de noticias gratuitos a modo de relleno cazaclicks, donde nos muestran una suerte de «Instituto profesional» donde se entrena gente para ser un chanta que trabajará en la Administración pública. En el fondo, en un Estado que demuestra todos los días que le faltan personal y recursos, esta campaña anónima y que no muestra su real filiación, busca demostrar que en el Estado tenemos un montón de personas que se dedican solo a tomar café y fumar, sacar la vuelta y comadrear, mientras le sacan la vuelta al trabajo. Luego hablan sobre la necesidad de «reducir el Estado». Se quejan por la burocracia, se quejan por el impuesto a la bencina. Básicamente quieren que el Estado «funcione mejor» con magia: sin personal, sin impuestos. Se quejan hasta por el IVA: «cada vez que vas de compras, alimentas un estado gordo e ineficiente».
¿Qué es la eficiencia? La cantidad de cosas que debe cubrir la maquinaria estatal es enorme y está severamente desfinanciada. Mientras este grupo dice que el Estado debe cobrar menos impuestos, si es que no ninguno, el Estado toma deuda para financiar la vacunación masiva. Se quejan por el impuesto a los alcoholes -porque claro, el alcohol es un vicio que hay que fomentar y premiar-, se quejan por que los programas estatales están mal focalizados -pero necesitamos tener menos empleados fiscales-.
Resumir la infumable serie de «sketches» es un empleo para gente con estómago de hierro. Esto, que podría ser una nueva ala de Capitalismo Revolucionario, en realidad queda en evidencia como parte de la estrategia de Evópoli. ¿Por qué? Por que Felipe Kast, al mismo tiempo que aparecían estas campañas, comenzaba a hacer declaraciones en el mismo sentido: tenemos un Estado demasiado grande, los empleados públicos ganan mucho y trabajan poco, es ineficiente y toda la cantinela. Mismo discurso que tenía el precandidato Briones, con el cual, de paso, justifica que las ayudas a las familias en cuarentena y cesantía sean reducidas -el IFE de 65 mil- e impedirles el acceder a retirar sus fondos previsionales.
Con esta estrategia, Evópoli está imponiendo por todos lados ideas regresivas. Eso, sumado a un ejército de comentaristas a sueldo que imponen la idea de que un sistema de reparto sería poco menos que un botín político para la corrupción en lugar de una salida al problema de las pensiones de hambre que en este país, a causa de los retiros de fondos.
Hay que tener cuidado con Evópoli. Se hacen las vístimas, los portavoces de un sentido común que no existen. Lograron levantar la humillación pública a Jorge Baradit, que no es precisamente un intelectual orgánico, mediante esta treta. Denunciar a Evópoli es necesario, como nunca, sobre todo cuando son el Partido Republicano con lentejuelas: José Antonio Kast en drag. — W. JONES