Tranquilo el perro

Negar que el ímpetu inicial del 18 de octubre ha declinado es majadero y voluntarista. De lo que se trata es entender este hecho y así dirigir las acciones a recuperarlo.
Lo primero, para Sun Tzu la guerra es un combate por asaltos, un conjunto de batallas que conducen al triunfo de alguno de los bandos o a la tregua. La guerra permanente es inde-seable e insostenible, inclu-so se podría decir que es una contradicción en los términos.
Es por esta razón que los asaltos que episódicamente se dan, van mellando el entusiasmo de una parte de los combatientes si es que no se consiguen los resultados espe-rados. Un fantasma recorre la Plaza de la Dignidad: el de que todo ésto ha sido por nara.
Ho Chi Minh, por su parte, dijo sin pudor que la estrategia vietnamita consistía en llevar la guerra a los estados unidos: “ganaremos allá”. Pelear en los estados unidos no consistía en acciones de comandos que provocaran bajas sino en que los gringos pelearan entre ellos en su propio suelo. Tal estrategia dependía de hacer pasar a los prepotentes norteamericanos por una larga espera en indochina. Ninguna acción, por más que implicara el movimiento de cientos de miles de soldados y millones de dólares, obtenía la derrota de Jochimín ni su rendición. El resultado inmediato era la frustración y la consiguiente búsqueda de responsables en el propio bando.
La guerra no puede ser la constante. Incluso durante la guerra no es posible mantenerse en batalla todo el tiempo. El no poder mover el cerco nos impide cerrar el proceso, nos estresa, afecta en nuestra moral de lucha y compañerismo. Por extensión nos hace pelear entre nosotros, nos divide y debilita.
Es entendible que muchas y muchos se hayan apartado de la lucha frontal, puesto que las acciones callejeras han traído un reguero de muertos, heridos y presos, y ningún resultado tangible. Ellas y ellos nos dicen que es la hora “de la política”, de la vía institucional, de amarrar lo que tenemos.
Sin embargo, y siguiendo con nuestro ejemplo, a los gringos los tenemos quemándonos los campos con napalm y nosotros agazapados viviendo dentro de subterráneos. Es muy difícil que en tales circunstancias creamos que tenemos algo que sea posible amarrar mediante la política.
Mientras haya pandemia no es posible hacer política. Porque la política se hace conversando cara a cara, sin mascarillas y mirándose a los ojos. Existe una ardua labor de construcción de confianza que ha sido aplazada por el Covid. Las reuniones de video conferencia, mediadas por Silicon Valley, no son la instancia ideal para crear confianzas y movilizar voluntades. Se ha debido recurrir a ellas por desesperación.
Es cierta la afirmación de aquellos que dicen que esto es un asunto político, donde yerran muchos es en creer que eso significa usar las cartas marcadas que nos fueron repartidas.
Terminará la pandemia y el conflicto seguirá ahí, intacto, inconmovible, incluso es posible que haya recrudecido. Habrá para entonces, posiblemente, una convención constitucional en pleno funcionamiento.
Será el momento para las grandes batallas y para la Política con mayúsculas.— PITONIZO ■


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