Por qué el periodismo electrónico está malditamente condenado

No hay un sistema que propicie micropagos. No es lo mismo pagar un cospel al suplementero que a una plataforma de pago. Usted no puede pagar 500 pesos sin enfrentar fuertes -en relación al total- comisiones por parte de la pasarela misma. Por ello, por ejemplo, en la colecta pública de «Algo salió mal» el monto mínimo a enterar es de 1000 pesos (y no de 500, como nos habría gustado); aún así, estamos cachando que estamos saliendo muy para atrás recolectando de a luca. Creo que lo voy a cambiar. Para el caso no está enviando nadie plata y falta un millón y medio todavía, por la chucha.
Se exige enterar una suscripción por el año entero. Si usted quiere contratar El Mercurio o cualquier periódico de la cadena, le ofrecen el primer mes a mil pesos, que suena muy atractivo; a la hora de pagar usted notará que queda comprometido para el año completo, a diez lucas por los siguientes meses. Encima, hay que tener tarjeta de crédito y pago automático. El rescindir el contrato antes del año tiene severas barreras de entrada, por lo que una ruina económica sobreviniente sería difícil de controlar. Nuevamente, para aquél que solo compraba el diario por uno o dos cospeles queda excluido. A eso súmele la pérdida de la materialidad del periódico, que permitía reaprovecharlo en otros usos. Porque que el que el diario de ayer envolviese el pescado de mañana no es precisamente una desventaja.
Al final resulta caro. Si usted apartaba cinco mil pesos al mes en diarios, podía ir cambiando según le pareciera. Con el sistema de suscripciones, usted queda amarrado a un solo medio. No logra complementar. No es que el jueves me compro La Estrella y el viernes La Cuarta. No. A menos que usted tenga cinco amigos muy aficionados a los periódicos con los que compartirse las contraseñas, este mecanismo no resulta a cuenta.
Por último, el pretender que los medios electrónicos sigan financiándose a partir de la publicidad es un camino directo al fracaso. Significa tener redacciones despobladas en busca de noticias amarillistas que en nada aportan ni al debate público ni a la toma colectiva de decisiones. Es fomentar el periodismo basura cortoplacista. Para peor, es estar a meced de corporaciones transnacionales que intermedian la publicidad y se llevan la parte del león. El sueño de unos pequeños blogs que promuevan sus contenidos en base a publicidad es insostenible, al menos a estas tasas de porcentajes pagados.
Por ello suscribimos, un vez más, las palabras del viñetista El Roto, cuando El País presentaba su muralla de pago: «El futuro del periodismo es el papel». — W. JONES. ■


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